martes, 27 de julio de 2010

Mercado de mariscos: un canto al vino

La mañana era lluviosa y el taxi nos dejó -visitamos la ciudad en esta oportunidad mi cuñado Fernando Franz, chef, y yo- en la entrada lateral pero, inmediatamente, las aprehensiones que pueden existir por algunas reparaciones que se realizan en la calzada se terminan a presenciar los mesones.

Pescados estaría de más decirlo, pero la cuestión son sus presentaciones. Por un lado las cabezas, por otros los filetes que todavía destilan sangre, luego los esqueletos, las centollas, las langostas, los camarones. Entonces siguen los nombres dorado, curvina, curvinata, salmón pequeño, mero, lenguado, atunes y una larga lista.

El olor, no cabe duda, tiene esas notas de mar y sal pero lejanas, casi imperceptibles porque la sensación del movimiento de los compradores -que no eran tantos- y de los vendedores que revuelven nerviosos el hielo que sirve de lecho a los pescados o o filetean curvinas y desnudan camarones, arropa.

Es entonces cuando llegan las impresiones de vinos. Imagino, por ejemplo, el lenguado y sabor tan marcado, con un sauvignon blanc fumé de Mondavi que podría comprar en Felipe Motta.

En cambio, el atún lo proyecto con un pinot noir patagónico, como los de Humberto Canale, que importa en panamá Oriol Serra a través de su empresas SDS Internacional.

Luego están las langostas y el mero, con esa carnosidad y esos sabores que, apenas cocidos en mantequilla, recuerdan el cuerpo, la espuma y el sabor de la leche.

Y, precisamente, con un Chardonnay, uno de mis preferidos, el Diamond de Francis Ford Coppola, acompañamos una pequeña muestra que Fernando Franz hizo para el almuerzo. Ojalá llegue pronto el nuevo Mas Franch Blanc que tuvimos en De vinos en Panamá que es también un vino de pescados y mariscos. ¡Salud!




Por cierto, mientras descargo mis fotos, estas la primera es de Boqueteguide.com y la segunda del blog de la Cooking Diva Melissa León.

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